40 A l e j a n d r o M a g n o Ahora estás en el fin del mundo y estás entrando en otro país, y este ejército entrenado ha estado expuesto a animales salvajes. Quiero que lo escuches de mí, no de los soldados detrás de ti. Nuestras armas están rotas, nuestras heridas sangran y no tenemos caballos para montar. (Aquí la voz de los hombres se eleva con vítores) Soldados: ¡Alejandro es nuestro rey! ¡Alejandro, nuestro padre! ¡Alejandro, nuestro señor! (Silencio) (Alejandro no pudo culpar a los hombres y su ira no disminuyó, pero en un momento de desconcierto pidió a su séquito que le siga mientras se dirige a su tienda) Alejandro: ¡Que mi séquito me siga! (Phegeus sigue a Alejandro, luego regresa para decirles a todos) Phegeus: ¡Marchaos! ¡Marchaos todos y preparaos para cruzar el río! (Silencio) (Después de un rato, Alejandro sale de su tienda con un libro. Se sienta en el tronco de un árbol y comienza a leer de ese libro y, tras un vistazo, ve a Ptolomeo que estaba mirando a la puerta de su tienda) Alejandro: Ptolomeo... Ptolomeo ven, aquí estoy.
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