El regreso de Hulagu Obra de teatro en cuatro actos
Para ver la obra: El regreso de Hulagu Escanea el código QR
Dr. Sultán bin Muhammad Al Qasimi El regreso de Hulagu Obra de teatro en cuatro actos Publicaciones al-Qasimi 2021
Título del libro: El regreso de Hulagu (Obra de teatro en cuatro actos) Nombre del autor: Dr. Sultán bin Mohammed Al-Qasimi (Emiratos Árabes Unidos) Nombre del editor: Publicaciones al-Qasimi Sharjah, Emiratos Árabes Unidos Edición: Primera Año de publicación: 2021 © Derechos reservados: Reservados a publicaciones al-Qasimi Sharjah, Emiratos Árabes Unidos ----------------------------------------------------------------- Traducida del árabe Por: Mohamad Nazir Homsi Texto revisado por: Iván de la Rosa Vives ----------------------------------------------------------------- ISBN 978-9948-469-22-3 Autorización de impresión: Consejo de medios nacionales Abu Dhabi No. MC-03-01-9913315, fecha: 02-04-2021 “El grupo de edad que corresponde al contenido de los libros ha sido clasificado según el sistema de clasificación por edades publicado por el Consejo Nacional de medios” El grupo de edad: E Casa de impresión:AL Bony Printing Press, Sharjah, Emiratos Árabes Unidos ----------------------------------------------------------------- Publicaciones Al Qasimi, Al Tarfa, Sheikh Mohammed Bin Zayed Road PO Box 64009 Sharjah, Emiratos Árabes Unidos Tel: 0097165090000, Fax: 0097165520070 Correo electrónico: info@aqp.ae
Índice Introducción 7 Reparto 9 Primer acto 11 Segundo acto 17 Tercer acto 23 Cuarto acto 37
7 E l r e g r e s o d e H u l a g u Introducción De mi lectura de la historia de la nación árabe encontré, que lo que le sucedió al Estado abasí antes de su caída, es similar a lo que está sucediendo ahora en el mundo árabe, como si la historia se repitiera. Así que escribí esta obra desde la perspectiva de una realidad dolorosa. Los nombres de los personajes, lugares y eventos de esta obra son reales y cada frase de este texto denota una alusión clara de lo que le está sucediendo a la nación árabe. El autor
9 E l r e g r e s o d e H u l a g u Reparto (Por orden de aparición) Grupo del Consejo del califa Al-Musta’sim Al-Musta’sim (califa) Dewidar el pequeño (comandante del ejército) Ibn Al-Alkami (ministro) Voces de mujeres Un mayordomo (1) Un grupo de jóvenes Uno de los jóvenes Al-Sharabi (jefe superior de la corte) Un grupo de soldados portando lanzas. Hulagu Grupo de hombres de Hulagu Grupo de líderes
10 E l r e g r e s o d e H u l a g u Uno de los líderes Un mayordomo (2) Rukn al-Din Khurshah Grupo de embajadores Grupo de guardias de Hulagu Un guardia Al-Guaini (un segidor de Rukn al-Din Khurshah) Comandante Totar Uno de los empleados de Hulagu Voz Al-Dartanki Abu Al-Abbas Ibn Al-Musta’sim “hijo de AlMusta’sim” Voces Voz en off Grupos de soldados mongoles Jefe del Diwan (cuerpo gubernamental) Uno de los soldados Un joven mongol Notables Uno de los notables Un príncipe mongol Uno de los empleados de Ibn Al-Alkami Soldados del príncipe mongol Un hombre (de Bagdad) Un joven (ministro)
11 E l r e g r e s o d e H u l a g u Primer acto Fecha: El año 635 AH, correspondiente al año 1255 d. C de los cristianos. Lugar: El Consejo del califa Al-Musta’sim en Bagdad con el ministro Ibn Al-Alkami y Dewidar, comandante del ejército. Al-Musta’sim: Dewidar... ¡Oh, comandante de nuestro ejército! ¿Cuáles son las noticias de los mongoles? Al-Dewidar: Están sitiando tres de los castillos de los musulmanes, mi señor, en las regiones de Tun, Turkchiz y Kamili y ninguno de los musulmanes está reforzando a estos castillos. Esto es negligencia, por Dios. Al-Musta’sim: Y tú, nuestro ministro, Ibn AlAlkami, ¿Cuáles son tus noticias acerca de los mongoles?
12 E l r e g r e s o d e H u l a g u Ibn Al-Alkami: Mi señor, dicen que hay un líder mongol llamado Hulagu que habría llegado a esos castillos. Entra un mayordomo sosteniendo un mensaje y dice: Mayordomo: Muley... Un mensajero de parte de Hulagu que llegó y entregó este mensaje. Ibn Al-Alkami recibe el mensaje y Al-Musta’sim le pide que lo lea. Al-Musta’sim: Léelo, Ibn Al-Alkami. Ibn Al-Alkami lee el mensaje y dice: Ibn Al-Alkami: Mi señor, Hulagu le pide que envíe un batallón de su lado como contribución suya en su guerra contra las fortalezas musulmanas que asedia. Al-Musta’sim: ¿Qué opinas, Ibn Al-Alkami? Ibn Al-Alkami: Mi señor, mi opinión es que enviemos un batallón que contribuya a la eliminación de estos castillos. Al-Musta’sim: Estoy de acuerdo con tu razonamiento. Al-Dewidar: Me opongo a enviar una fuerza para participar en esa guerra. Ibn Al-Alkami dirigiendo sus palabras a AlDewidar: Ibn Al-Alkami: Primero, estas personas no están
13 E l r e g r e s o d e H u l a g u de acuerdo con nosotros en términos de opinión y enfoque. Segundo, son un peligro para la región ¡¿No se enteró de la lista de víctimas a manos de estas personas?! Y nosotros, ¡¿Por qué culpamos a los mongoles por su asedio a estos castillos?! ¿No eran focos de terrorismo en los países mongoles y amenazaban la seguridad de un país? ¿Los mongoles y los propios jefes mongoles sin excepción? Al-Dewidar: Estoy contigo, Ibn Al-Alkami, pero Hulagu no necesita ayuda. Es astuto. Quiere que estas fuerzas se vayan de Bagdad, y así le faciliten la ocupación de Bagdad. Al-Musta’sim: ¿Qué piensas, Dewidar? Al-Dewidar: Envíale algunos regalos en lugar de soldados. Al-Dewidar se va y al- Musta’sim se queda con su ministro. Al-Musta’sim (a Ibn Al-Alkami): Ven, mi ministro, y escribe una carta a Hulagu. Ibn Al-Alkami sostiene el papel y la pluma, y al- Musta’sim intenta dictarle, diciendo: Al-Musta’sim: Escribe... Escribe ... IbnAl-Alkami: Mi señor, déjeme escribir la carta.
14 E l r e g r e s o d e H u l a g u Este empieza a escribir y a leer en voz alta lo que escribía. Del califa abasí al-Musta’simAbdullah Ibn Al-Mustansir al gran Hulagu... Le pido que me disculpe y excuse por no poder enviar las tropas que nos ha pedido para ayudarle. Entonces, el califa Al-Musta’sim se rebela diciendo: Al-Musta’sim: ¿Soy el califa abasí, humillando a este infiel? Ibn Al-Alkami: Mi señor, es solo tinta sobre papeles y nadie los verá. Dewidar tampoco está con nosotros, porque él se opone a estas palabras. Ibn Al-Alkami completa el mensaje, luego se lo entrega a Al-Musta’sim, quien lo lee y lo firma. Luego Al-Musta’sim se levanta y quita la cubierta de una alfombra que esconde muchas cajas llenas de joyas con el fin de extraer presentes para Hulagu. Saca las cajas una a una, luego saca algunas joyas, dudando en darle a Ibn Al-Alkami toda la colección, diciendo: Al-Musta’sim: No, esto es mucho... solo esto, no esto no, esto, solo esto. Ibn Al-Alkami: Mi señor tiene muchas joyas, por favor no tome nada de estas cajas, porque estará pagando el precio.
15 E l r e g r e s o d e H u l a g u Al-Musta’sim: Estas joyas y fondos son la garantía de este califato. Ibn Al-Alkami toma el mensaje y las joyas y sale. Al-Musta’sim entra al interior de la casa, donde se escuchan canciones, las mujeres se ríen y se perciben voces en la puerta. El mayordomo impide la entrada un grupo de jóvenes. Intenta evitar que lleguen hasta el califa, hasta que interviene un grupo, y uno de ellos dice: Joven: Queremos hablar con al-Sharabi, el jefe superior de la corte. Mayordomo: Está dentro con el califa. El escándalo de los jóvenes se hace más fuerte. Entonces al-Sharabi entra y viene desde la casa del califa. Al-Sharabi: ¿Qué es este jaleo? ¿Quiénes sois? ¿Qué queréis? Un joven: Somos un grupo de jóvenes musulmanes que vinimos a ver al califa. Al-Sharabi: El califa está ocupado ahora. Se escuchan sonidos de música y risas de mujeres Joven: Tú eres la desgracia de esta nación. Tú eres quien arregló los asuntos para elegir a este débil califa. Lo tentaste con mujeres, bailes y diversión, para que tú y tus semejantes controlarais los poderes del Gobierno.
16 E l r e g r e s o d e H u l a g u Hay muchos hijos de Al-Abbas a los que enviaste a la cárcel y los torturaste cuando se negaron a jurar lealtad a este califa, hasta que les obligaste a reconocerlo. Al-Sharabi: ¡Fuera! El califa no quiere reunirse con nadie. Se eleva la voz del joven. Al-Musta’sim (desde adentro): Sharabi... ¿Quién está contigo? Sharabi: Muley, son un grupo de pandilleros. Al-Musta’sim: Échalos, Sharabi. Sharabi empuja a los jóvenes con soldados con lanzas, y la música sube, y también la risa de las mujeres. Telón
17 E l r e g r e s o d e H u l a g u Segundo acto Lugar: Castillo de Maimón en Bastam, al norte de Irán. Frente a la fortaleza de Maimónides de Rukn alDin Khurshah, el jeque de la secta, en donde Hulagu instaló su tienda. Hulagu (renegando mientras envía a su último mensajero a Rukn al-Din Khurshah): El castillo de Maimón me volvió loco... No pude asaltarlo. Nuestro asedio se prolongó. Se acercaba el invierno con su nieve y frío severo. Uno de los hombres de Hulagu: Señor, esperemos la respuesta. Hulagu: Le he enviado misiva tras misiva y mensajero tras mensajero... No menos de ocho veces, pidiéndole que se rinda.
18 E l r e g r e s o d e H u l a g u Le prometo el mal una vez y a veces el bien, pero se niega. Embajadores, vayan a visitar a Rukn al-Din Khorshah y dadle en mi nombre una garantía por su vida y las vidas de quienes están con él. Los embajadores salen hacia el castillo. Hulagu (Se vuelve hacia sus comandantes y les pregunta): ¿Cuáles son las novedades de los otros castillos? Uno de los líderes: Se están resistiendo, algunos han soportado un asedio de un año y podrían resistir veinte años más. Hulagu: No te desesperes... Le palmea el hombro y dice: Trae las bebidas y los bailarines... Vamos... Vamos. Se traen bebidas y se escucha el sonido de la música mongola. Todos miran a un lado del escenario como si hubiera bailarines. El mayordomo lanza un grito: El mayordomo: ¡Señor, señor! ¡Se abrieron las puertas del castillo! La música se silencia y el mayordomo vuelve a gritar: Mayordomo: ¡Se abrieron las puertas del castillo y Rukn al-Din Khorshah y sus seguidores vienen con los embajadores!
19 E l r e g r e s o d e H u l a g u Hulagu se regocija mientras dice: Hulagu: ¡Genial! ¡Genial! Él y sus seguidores bailan un rato. Luego entra en Rukn al-Din Khorshah con vestimenta islámica, humillado. Hulagu le saluda y se sienta cerca de él y dice: Hulagu: Traed a una niña mongola a Rukn al-Din Khorshah. Ahora, queremos que coopere con nosotros y detenga el derramamiento de sangre. Rukn al-Din Khorshah: Por favor... Hulagu: Quiero que envíes mensajeros a esas fortalezas inexpugnables, pidiendo a tus tropas que se rindan. Rukn al-Din Khorshah (dirigiéndose a sus ministros): Dejad que cada uno de vosotros vaya con una tropa de los hombres de Hulagu. Pedid en mi nombre que se rindan. Los ministros de Rukn al-Din Khorshah salen y Hulagu se vuelve hacia uno de los guardias y le dice: Hulagu: ¿Trajiste a la chica Mongola? El guardia responde: El guardia: Si señor. Ella está adentro. Señalando hacia un lado del escenario.
20 E l r e g r e s o d e H u l a g u Hulagu (dirigiéndose a Rukn al-Din Khorshah): Adelante, querido, y pasa una buena noche con tu esposa. Rukn al-Din Khorshah entra por un lado del escenario, sale Hulagu y la música mongol comienza a bajar el volumen gradualmente con fundido a negro. Luego, una vez que ha pasado la oscuridad, la luz regresa a Rukn al-Din Khorshah sentado en la tienda y al-Guaini (uno de sus seguidores) entra y le saluda. Rukn al-Din Khorshah (contesta al saludo): Que la paz, la misericordia y las bendiciones de Dios sean contigo... Ven, Guaini. ¿Cuáles son las noticias? Guaini: Mi señor, todos los castillos se han rendido y la gente se levanta contra usted. Está en peligro, mi señor. Rukn al-Din Khurshah: Todo fue planeado por al-Tusi, quien perseguía sus intereses personales. Él es quien me convenció para que me rindiera y ahora es él quien los acompañará a Bagdad. Hulagu entra gritando: Hulagu: ¡Hola, querido amigo! Espero que hayas pasado una buena noche con tu esposa mongola. Rukn al-Din Khurshah: ¡Oh, genial! Por favor discúlpeme el no poder ir contigo y envíame al país de los mongoles con esta esposa mongola.
21 E l r e g r e s o d e H u l a g u Hulagu: Lo que quieras, querido, has terminado nuestra misión en paz. Por favor... Señalando para que salga por un lado del escenario. Khurshah sale con Guaini. Hulagu se vuelve hacia el comandante Totar: Hulagu: Comandante Totar, manda a Rukn al-Din Khurshah al país de los mongoles. Hace un gesto con la mano en el cuello haciendo la señal de “kalk”, la señal de asesinato. Uno de los empleados de Hulagu llega con un mensaje y le dice a Hulagu: Uno de los empleados: Señor... Este es un mensaje del califa abasí en el que se niega a enviar tropas para participar en nuestra guerra contra los castillos. Hulagu (se ríe mientras baila): Ja, ja, ja... Entonces vamos a Bagdad para disciplinarlo allí. Desenvaina la espada y sale por un lado del escenario gritando: Hulagu: A Bagdad... A Bagdad... El poder es el derecho, siempre es nuestro lema. (Música marcial) Telón
23 E l r e g r e s o d e H u l a g u Tercer acto Lugar: Palacio del califa abasí, como en el primer acto. Al-Musta’sim: ¿Cuáles son las noticias de Hulagu, Dewidar? Al-Dewidar: Mi señor, ha llegado a Hamadan. Al-Musta’sim: No respondió a nuestra carta. Ibn Al-Alkami: Se ha apoderado de castillos inexpugnables y no tuvo necesidad de nuestra ayuda. Al-Dewidar: Es la traición y la humillación lo que le permitió ocupar esos castillos. Llaman a la puerta. A continuación entra el mayordomo portando un mensaje y dice: El mayordomo: Un mensaje de Hulagu... Al-Dewidar le recibe y Al-Musta’sim dice:
24 E l r e g r e s o d e H u l a g u Al-Musta’sim: Léelo, Dewidar. Al-Dewidar (leyendo el mensaje): De Hulagu a Al-Musta’sim. Te enviamos a nuestros mensajeros en el momento en que fuimos a tomar las fortalezas de los ateos y te pedimos que nos ayudaras enviándonos dotaciones de soldados, y aunque mostraste obediencia no enviaste a los soldados que te pedí como señal de sumisión y cumplimiento de órdenes. Participar con nosotros es enviarnos un ejército cuando marchamos hacia la guerra contra los tiranos, pero no enviaste soldados y ofreciste excusas vanas. Sin embargo, si cumples las órdenes, todo lo anterior se olvidará y deberás demoler los fuertes, llenar las trincheras alrededor de Bagdad, entregar la administración de los asuntos del país a tu hijo y luego apresurarte a comparecer ante nosotros. Si no lo haces y no quieres asistir tú mismo, debes enviar a tu ministro y al comandante de tu ejército para que comuniquen nuestro mensaje, para que pueda llegar a ti sin aditamento ni disminución. Al-Musta’sim (enojado): ¡Soy el califa abasí, y este estúpido me da órdenes! Escribe, ¡Oh, Ibn Al-Alkami! Hulagu, os advierto a ti y a tus soldados contra la ira de Dios que caerá sobre ti si estás expuesto a los Bani Al-Abbas. Todos los musulmanes desde el Este
25 E l r e g r e s o d e H u l a g u hasta el Oeste están a mi disposición, y a mi llamada marcharán bajo mi liderazgo contra los invasores mongoles. Al-Dewidar mira al techo con la mirada perdida y juega con los dedos debido a las afirmaciones de Al-Musta’sim. Mientras Ibn Al-Alkami mira a AlMusta’sim negando con la cabeza, y con un gesto le pide que abrevie su discurso. Al-Musta’sim: Escribe... Pero incluso teniendo este poderío islámico, no querría usarlo para que los musulmanes no se sientan molestos u ofendidos por la guerra. Hulagu, te aconsejo que escuches la voz de la paz y vuelvas por donde has venido. Por otro lado te digo: Vuelve a Khorasan y te entregaremos las tierras que ocupé con nuestro consentimiento y nuestra voluntad para anexarlas al estado mongol. Luego mira a Ibn Al-Alkami, diciendo: ¿Ya lo escribiste? Renunciamos a las tierras que ocupábamos, las anexamos al estado mongol, y habrá paz entre nosotros. Al-Musta’sim firma la carta, la sella y se la entrega a Ibn Al-Alkami, diciéndole: Envíala con una delegación a Hulagu junto con regalos. Ibn Al-Alkami sale y al-Dewidar permanece con AlMusta’sim.
26 E l r e g r e s o d e H u l a g u Al-Dewidar: Mi señor... ¿Es esto cierto? Al-Musta’sim: ¿Cierto? No. No es correcto pero, ¿Quién le expondrá a Hulagu nuestras condiciones? Al-Dewidar: ¡¿Cómo...?! El primero de ellos es su ministro y todos los que los han empleado para su propio beneficio. Al-Musta’sim: ¿Mi ministro? ¿Mi ministro? No me lo creo ja ja ja. Al-Dewidar: Mi señor... Durante dos años, he estado pidiendo que nos proporcione fondos para formar un ejército fuerte para defenderlo a usted y al islam. ¿Cuál es el beneficio de estas joyas con las que llenó sus arcas? También les exigí que presentaran el caso a todos los líderes musulmanes, para que cada uno de ellos asuma esta responsabilidad. Sin embargo, no escuchaste mis palabras y estabas persuadido por las palabras de Ibn Al-Alkami. Ibn Al-Alkami entra y dice: Ibn Al-Alkami: Enviaremos una delegación a Hulagu. Dewidar sale enojado. Ibn Al-Alkami: ¿Qué le pasa a este hombre? Al-Musta’sim: ¿No me dijiste que teníamos que hacer esto para evitar que Hulagu se acerque a nosotros? Ibn Al-Alkami: Mi señor, debemos mantener al oponente alejado de nosotros pagando el dinero.
27 E l r e g r e s o d e H u l a g u Al-Musta’sim: ¿Cómo? ¿Cómo sugirió alDewidar? Ibn Al-Alkami: ¿Qué sugirió al-Dewidar? Al-Musta’sim: Gastar dinero en la formación de ejércitos. Ibn Al-Alkami (riendo): Se perderán almas y se perderá el dinero... Mi señor... El poder de los mongoles es grande, no podemos enfrentarlo y tienen armas mortíferas... Al-Musta’sim: ¿Qué armas son esas? Ibn Al-Alkami: Son la catapulta y los carros de proyectiles de dardos. Los expertos chinos son los que operan sus máquinas de ataque. Al-Musta’sim: ¿Qué se debería hacer? Ibn Al-Alkami (sacando una hoja de papel que tenía en el bolsillo: Mi señor... Las cajas fuertes y los objetos de valor que están enterrados se han guardado para este día, para alejar el mal de esta familia y para salvaguardar la dignidad, el honor y la integridad. Por lo tanto, es necesario preparar: Mil unidades de valiosos fondos. Mil camellos. Y mil caballos árabes equipados con todos los pertrechos y equipos que necesiten, junto con una misiva de disculpa a Hulagu.
28 E l r e g r e s o d e H u l a g u Haremos el sermón en las mezquitas en su nombre. Y el dinero deberá estar acuñado a su nombre. Al-Musta’sim: Genial... Genial... Estoy de acuerdo con esta opinión, me parece correcta. Tienes que ir para organizar estos preparativos rápidamente y enviárselo al comandante mongol Hulagu. En ese instante entra al-Dewidar con tono burlón: Al-Dewidar: ¡Oh, Alá! ¡Oh, Alá! ¿Completaste tu objetivo? ¡Oh! Ibn Al-Alkami… Ibn Al-Alkami: ¿Qué quieres decir? Al-Dewidar: La conspiración, ¡Oh, traidor! ¡Oh, persona de intereses personales y del compromiso con Hulagu! Ibn Al-Alkami: Mi señor, no aceptaré esta acusación. Al-Dewidar: ¡Por Dios! mis hombres y yo nos enfrentaremos al convoy que lleva estos regalos y artefactos y los confiscaré. Detendré a los enviados que acompañan al convoy. Al-Musta’sim (tranquilizando a al-Dewidar): Bueno, bueno… Como más te guste. Enviamos a Dartanki con algunos regalos. Al-Dewidar: ¿Qué hizo Dartanki con tu dinero, más que ir y regresar de Hulagu? IbnAl-Alkami: Antes de que partas... ¿Qué es esta farsa que hiciste, Dewidar? ¿Enviaste tropas a Karkh,
29 E l r e g r e s o d e H u l a g u para matar y saquear a su gente, mientras estamos en esta adversidad? Si tienes el coraje demuéstralo en la guerra contra los mongoles y no contra los indefensos. Ibn Al-Alkami se vuelve hacia Al-Musta’sim: Mi señor... Incluso su hijo estuvo involucrado en esta conspiración. Al-Musta’sim: Salid de aquí... Dejadme solo... Sale Dewidar, luego Ibn Al-Alkami le sigue. Al-Musta’sim: ¡Oh, Dios mío! Estoy confundido entre Ibn Al-Alkami y Dewidar. El califa al-Musta’sim permanece la cabeza gacha y la luz se va atenuando hasta una completa oscuridad. Voz en off: Y pasan los días... Al-Musta’sim se sienta en su Consejo con Ibn AlAlkami. Durante la reunión, entra Dewidar sosteniendo el Dartanki y retira una caja de regalo, y situado detrás de ellos Ibn Al-Alkami), y detrás de ellos viene Ibn Al-Alkami. Al-Dewidar: Toma este Tartanaki, el dinero y tus regalos. Al-Musta’sim: ¿Qué hay, Dartanki? Al-Dartanki: Fui expulsado, ¡Oh, muley! Hulagu me dio un mensaje para usted en el que dice que debería asistir en persona, solo si quiere ser un gobernante subordinado de los mongoles.
30 E l r e g r e s o d e H u l a g u En caso contrario, envíe de inmediato y sin demora al ministro Ibn Al-Alkami, al-Dewidar, al comandante de los ejércitos y su adjunto, Suleiman Shah. Ibn Al-Alkami: Genial... Iremos todos. Al-Musta’sim: Estoy de acuerdo. ¡Váyanse todos! Al-Dewidar (a al-Musta’sim): ¡¿Y quién liderará tu ejército y defenderá Bagdad?! Hulagu quiere retenerme con Suleiman Shah o matarme, y los ejércitos se quedarán sin líder. Al-Musta’sim: No hay fuerza ni poder excepto con Dios todopoderoso. ¿Qué hago, Dewidar? Al-Dewidar: Déjelo ir solo hasta Hulagu (refiriéndose a Ibn Al-Alkami). Y nosotros, Suleiman Shah y yo, nos quedaremos contigo. Al-Musta’sim (dirigiéndose a Ibn Al-Alkami): Bien... Te enviaré a ti Ibn Al-Alkami. Dile a Hulagu que yo cumplí mi promesa y pídele que me exima de enviar a al-Dewidar y Suleiman Shah. Vamos... Ibn Al-Alkami sale del escenario. Al-Dewidar le pide a al-Musta’sim que se vaya diciendo: Al-Dewidar: Permítame, mi señor, salir a organizar las fuerzas para defender Bagdad.
31 E l r e g r e s o d e H u l a g u Al-Dewidar sale del escenario dejandoAl-Musta’sim solo. El califa Al-Musta’sim deambula por el escenario diciendo: Al-Musta’sim: Incluso si la persona pensara en huir, no podría, porque sus ejércitos sitian Bagdad. Después de un rato, entra Abu al-Abbas Ibn Al- Musta’sim “hijo de Al-Musta’sim”. Abu Al-Abbas: La paz sea contigo, padre. Al-Musta’sim: La paz sea contigo, hijo mío. Abu Al-Abbas: Padre mío... ¿Me dijeron que enviaste a Ibn Al-Alkami a Hulagu? Al-Musta’sim: Sí, hijo mío. Abu Al-Abbas: Pero Ibn Al-Alkami todavía está en Bagdad, y los mongoles han rodeado los muros de Bagdad. Al-Musta’sim: Ahora empiezo a dudar de Ibn AlAlkami. AbuAl-Abbas: ¿De qué sirve ahora, padre? Siempre te advertí sobre Ibn Al-Alkami. Al-Musta’sim: Hijo mío, llévate algunos regalos, empleados estatales y notables, y vete con ellos a ver a Hulagu. Llévate también a Ibn Al-Alkami contigo. Abu Al-Abbas: ¡¿Ibn Al-Alkami?! ¡¿También?! Abu Al-Abbas sale y Al-Musta’sim permanece confundido, deambulando. Detrás de escena se oyen
32 E l r e g r e s o d e H u l a g u sonidos de guerra que se acercan y una voz en off que dice: Voz en off: La Torre del Ajami cayó en manos de los mongoles. (Sonidos de guerra) Voz en off: ¡El muro este ha sido demolido! (Sonidos de guerra) Voz en off: ¡Los mongoles entraron en Bagdad! (Sonidos de guerra) Voz en off: ¡Al-Dewidar fue asesinado! ¡Al-Dewidar fue asesinado! (Sonidos de guerra) Al-Musta’sim: Un grupo de jóvenes musulmanes con mortajas blancas… Fueron todos martirizados en el puente. Desearía haber conocido a esos jóvenes musulmanes, desearía haberlos escuchado y seguir sus consejos. En aquel momento me estaba divirtiendo con mujeres. (Sonidos de guerra) Al-Musta’sim: Me rendiré y obedeceré…Me rendiré y obedeceré. ¡Oh, mayordomo! ¡Oh, jefe del Diwan!... ¡Venid aquí! Entran el mayordomo y el jefe del Diwan.
33 E l r e g r e s o d e H u l a g u Al-Musta’sim les entrega bolsas de dinero y dice: Al-Musta’sim: Llevad este dinero a Hulagu... Llevad este dinero a Hulagu... Salen el mayordomo y el jefe del Diwan, se escuchan voces de conmoción, y entra Hulagu riéndose: Hulagu: ¡Oh, califa! ¿Cómo me envías mensajes pidiéndome que vuelva sin verte después de las vastas distancias que hemos recorrido? Hemos venido aquí para conocerte y hablar contigo, y después de eso te pediremos permiso para poder regresar ja ja ja. ¡Oh, califa! ¿No sabías que Dios eligió a Genghis Khan para gobernar el mundo y otorgarle a él y a sus descendientes toda la faz de la tierra desde el Este hasta el Oeste? Porque todo el que nos obedece, camina con nosotros y es recto en su corazón y lengua será feliz en esta vida. En cuanto a aquellos que no están de acuerdo con nosotros, no se contentarán con esta vida. ¡Oh, califa! (Burlándose) ¡¿Qué son estos fondos?! Al-Musta’sim: Es mi dinero y es todo tuyo, ¡Oh, rey! Es todo tuyo... Hulagu: No, no es suficiente. Al-Musta’sim: Solo tengo esto. Hulagu: ¡¿Y qué pasa con el oro enterrado en los terrenos del palacio?!
34 E l r e g r e s o d e H u l a g u Al-Musta’sim: ¡¡Sí!! Sí, lo que tú quieras... Hulagu (dirigiéndose al califa): Vete con los soldados y guíalos al lugar del oro. El califa Al-Musta’sim sale con los soldados mongoles y Hulagu se ríe. Las cajas se abren una a una en su presencia mientras él mira las joyas. Cuando el califa Al-Musta’sim y los soldados mongoles regresan, uno de ellos dice: Uno de los soldados Mongoles: Señor, todo el patio está repleto de oro puro enterrado. Hulagu se vuelve hacia el califa Al-Musta’sim, diciendo: Hulagu: ¡¿Para qué día guardaste este dinero?! Hubiera sido mejor para ti gastar este dinero en formar ejércitos para defenderte a ti y a tu rey. Soldados, tomadlo y arrancadle la piel de la cara. ¡Traedme su piel! Al-Musta’sim (el califa murmura): Quiero hacer la ablución... Quiero rezar... Quiero hacer la ablución... Quiero rezar... Hulagu: ¡Tomadlo!¡Vamos! Los soldados arrastran al califa hacia el lateral, fuera de la escenario. Se escucha la voz del califa gritando de dolor y luego silencio. Entonces entra uno de los soldados mongoles y dice:
35 E l r e g r e s o d e H u l a g u Uno de los soldados: Mi señor ¡El califa murió en nuestras manos antes de que se completara el desollado! Hulagu: ¡Quita la piel de su cara muerta y tráemela! Hulagu piensa un momento. Luego le dice al soldado: Hulagu: Trae a Ibn Al-Alkami... Entra Ibn Al-Alkami haciendo alarde de su ropa. Hulagu: Adelante amigo. (Se sienta cerca de él) Hulagu: Escucha Ibn Al-Alkami... Nos has servido durante todos estos años y has sido nuestros ojos. Tus palabras tuvieron un efecto mágico sobre el califa, ya que el califa te obedeció en todos los asuntos. Y ahora te lo recompensamos al pedirte que te hagas cargo del ministerio y administrar los asuntos de Bagdad. Hulagu mira de cerca, a Ibn Al-Alkami y dice: Hulaku: ¡¿No es eso lo que querías?! Ibn Al-Alkami: Señor, pero... Hulagu (interrumpiendo): Acabemos con esto. Asume tu responsabilidad.
36 E l r e g r e s o d e H u l a g u Hulagu le presenta a un joven: Hulagu: Y este príncipe mongol será el que decida, y tú te dirigirás a él con todos los asuntos y le consultarás. Ibn Al-Alkami (sorprendido): ¡¿Este?! Hulagu: Sí, este... En cuanto a mí, invadiré el resto de los países musulmanes y los tomaré por la fuerza. (Ordenando) ¡A Damasco! Hulagu señala a Ibn Al-Alkami con la mano y dice: Hulagu: A la guerra de nuevo. El poder es el derecho Siempre es nuestro lema. Telón
37 E l r e g r e s o d e H u l a g u Cuarto acto Ibn Al-Alkami está sentado en la silla del gabinete con algunos notables. Una voz en off dice: Voz en off: Y pasan los días... Uno de los notables: ¡Oh, IbnAl-Alkami! Profanaron las tumbas de los califas y esparcieron sus huesos. Muchos lugares fueron quemados y nuestro honor ha sido mancillado. Sacaron los libros de la biblioteca de Bagdad y los arrojaron al río para que sus caballos pudieran cruzar. Debes intervenir, Ibn Al-Alkami. Hulagu entra gritando: Hulagu: Hola, querido ministro. ¿Cuáles son las noticias de Bagdad?
38 E l r e g r e s o d e H u l a g u Ibn Al-Alkami: Bienvenido nuestro gran... Bienvenido nuestro rey. Mi señor, la gente de Bagdad está feliz y está ansiosa por conocerle. Incluso el que pecó y resistió a los mongoles quiere el perdón de usted. Hulagu: El perdón es a la manera del sultán Izz al-Din. Ibn Al-Alkami: ¿Cuál es la manera del sultán Izz al-Din? Hulagu: El sultán Izz ad-Din, rey de los persas, se resistió a uno de nuestros líderes que enviamos. En lugar de darle la bienvenida luchó contra él y yo le guardaba rencor, pero vino a mí hace unos días en la frontera de Tabriz, después de saber que tomamos Bagdad, y se disculpó de una manera extraña. Dibujó su rostro en la suela de los zapatos y me lo mostró. Hulagu se quita los zapatos y apunta su suela hacia el público, para mostrar la imagen y dice: El sultán Izz al-Din me dijo “La imagen que está debajo de sus zapatos es la mía. Espero que sea mi intercesor y me haga sentir orgulloso de su amabilidad”. Y añadió: “¡Oh, Ibn Al-Alkami! ¿Quieres que le perdone? ¿Le perdono? Ibn Al-Alkami: Señor, la gente se queja de los soldados mongoles. Golpean y atacan a la gente.
39 E l r e g r e s o d e H u l a g u Deberían ser castigados Señor. Hulagu: Tú y al-Tusi sois iguales en todo, incluso en vuestra lógica... Nos dijo lo mismo cuando estuvimos en Tabriz. Le dijimos que estamos en un estado de convulsión en el que no se presta atención a las condiciones de los sujetos. Sin embargo, una vez terminadas las conquistas e invasiones, aceptaremos escuchar las quejas de la gente y sus súplicas. (Silencio) Hulagu: He venido a despedirme porque volveré a los países mongoles. Adiós, querido amigo... Ibn Al-Alkami: Adiós Señor... Adiós... Hulagu sale, señalando al príncipe mongol, diciendo: Hulagu: Cooperas con el príncipe mongol… ja ja ja. El poder es el derecho. Siempre es nuestro lema. El príncipe mongol sale con Hulagu. Uno de los notables: ¡Oh, Ibn Al-Alkami!¿Por qué no le dijiste lo que pasa en Bagdad? Ibn Al-Alkami: Tú mismo has escuchado la respuesta. Uno de los notables: ¿Le dices que la gente de
40 E l r e g r e s o d e H u l a g u Bagdad es feliz? No hay fuerza ni poder excepto en Dios, el Todopoderoso. No hay fuerza ni poder excepto en Dios, el Todopoderoso. Cuando los notables salen de su asamblea, la luz comienza a atenuarse hasta una completa oscuridad y una voz en off dice: La voz en off: Y pasan los días... Ibn Al-Alkami se sienta en su Consejo con algunos de sus asistentes y se escucha un llamado a la oración. Luego entra el príncipe mongol y dice: Príncipe mongol: Ibn Al-Alkami envía alguien para silenciar esa voz. Ibn Al-Alkami: Mi Señor, este es la llamada a la oración. Príncipe mongol: Esto es un inconveniente. Desde hoy no habrá ninguna llamada a la oración. Ibn Al-Alkami (refiriéndose a sus ayudantes): ¡Silenciadla! ¡Calladla! El príncipe mongol se acerca y pone su pie en el muslo de Ibn Al-Alkami cuando este último intenta levantarse por él y le dice: Príncipe mongol: No hay necesidad de eso. Vine a decirte que nuestras fuerzas habían matado a cuarenta mil habitantes de Hilla.
41 E l r e g r e s o d e H u l a g u Y ahora están de camino a Basora. (Sale el príncipe mogol) Ibn Al-Alkami niega con la cabeza y dice: Ibn Al-Alkami: El juicio se llevó a cabo en contra de lo que esperaba. Las cosas sucedieron en contra de lo que yo esperaba. Entra uno de los empleados de Ibn Al-Alkami: Uno de sus empleados: Relájese, señor ministro. Ibn Al-Alkami: Estoy ofendido y preocupado por el comportamiento inferior y apóstata de los mongoles. Uno de sus empleados: Le leeré versículos del sagrado Corán. Solo en el recuerdo de Alá los corazones encontrarán la paz. Y empieza a leer algo del Corán. El príncipe mongol entra gritando: Príncipe mongol: ¡¿Qué es eso?! ¡¿Qué es esto, Ibn Al-Alkami?! Ibn Al-Alkami: Es el sagrado Corán... Príncipe Mongol: ¡No quiero escuchar el Corán! Me está volviendo loco. No quiero escucharlo. (Después de un silencio)
42 E l r e g r e s o d e H u l a g u Príncipe mongol: Hay que cambiar muchos versos que no nos convienen, como... ¡Infieles! ¡Ateos! Muchos versículos deben eliminarse del Corán. Ibn Al-Alkami permanece en su lugar como un cadáver, petrificado. Príncipe mongol: Vine a ti, IbnAl-Alkami, por un asunto importante, que es que hemos llegado a Basora y nos hemos apoderado de todas las tierras. Es cierto, muchas personas murieron. Pero no importa. ¡¿Me estás escuchando, Ibn Al-Alkami?! El príncipe mongol lo patea con el pie e Ibn Al-Alkami cae muerto al suelo y este ordena a sus soldados que lo lleven afuera. Príncipe mongol: Llevadlo afuera. Traeré a otro ministro. Sale el príncipe mongol y se produce un fundido a negro. Después de que oscurece, se escucha la voz en off: Voz en off: Después de varios días... El príncipe mongol regresa con un joven y lo sienta en el lugar de Ibn Al-Alkami y le dice: Príncipe mongol: Ahora tú serás el ministro. Joven: Como quiera, mi señor. El príncipe mogol y sus soldados salen. Entra un hombre y dice:
43 E l r e g r e s o d e H u l a g u Hombre: Soy de Bagdad. El exministro me hizo mucho daño y Alá me ha vengado. ¡No! Alá es mi suficiente y el mejor suplente. Se acerca al ministro preguntándole: Hombre de Bagdad: ¿Cómo se llama usted, nuevo ministro? Ministro: Me llamo Ibn Al-Alkami. El hombre: Pero… ¡Ibn Al-Alkami murió! Ministro: Yo soy su hijo... Soy el hijo de Ibn AlAlkami. El hombre de Bagdad le grita a Ibn Al-Alkami diciendo: Hombre: Tú eres el hijo de Ibn Al-Alkami. ¿Eres el nuevo símbolo de la traición? Se vuelve hacia la audiencia y dice: Hombre: ¿Y quién sabe? Tal vez está entre ustedes ahora… Luego se mueve hacia a la audiencia diciendo: Hombre: ¡Oh, árabes! ¡Oh, musulmanes! Sacad a Ibn Al-Alkami de vuestros hogares, porque Hulagu regresara otra vez. El hombre baja al pasillo y dirigiéndose a la audiencia, dice: Hombre: Sacad a Ibn Al-Alkami, es el símbolo de la traición, sacad a Ibn Al-Alkami, es el símbolo de la traición, sacad a Ibn Al-Alkami.
44 E l r e g r e s o d e H u l a g u El hombre de Bagdad vuelve y le grita a la cara de hijo de Ibn Al-Alkami mientras dice: Hombre: ¡Sacad a Ibn Al-Alkami de vuestras casas! Porque Hulagu regresará… Se baja del escenario gritando: Hombre: ¡Sacad a Ibn Al-Alkami de vuestras casas! Porque Hulagu regresará… Pasa entre las filas, buscando a Ibn Al-Alkami y grita: El hombre: ¡Sacad a Ibn Al-Alkami de vuestras casas! Porque Hulagu regresará… Repite esas palabras mientras se dirige al pasillo al mismo tiempo que se cierra el telón. Fundido a negro Telón Fin
sheikhdrsultan.aeRkJQdWJsaXNoZXIy OTg0NzAy