30 E l r e g r e s o d e H u l a g u En caso contrario, envíe de inmediato y sin demora al ministro Ibn Al-Alkami, al-Dewidar, al comandante de los ejércitos y su adjunto, Suleiman Shah. Ibn Al-Alkami: Genial... Iremos todos. Al-Musta’sim: Estoy de acuerdo. ¡Váyanse todos! Al-Dewidar (a al-Musta’sim): ¡¿Y quién liderará tu ejército y defenderá Bagdad?! Hulagu quiere retenerme con Suleiman Shah o matarme, y los ejércitos se quedarán sin líder. Al-Musta’sim: No hay fuerza ni poder excepto con Dios todopoderoso. ¿Qué hago, Dewidar? Al-Dewidar: Déjelo ir solo hasta Hulagu (refiriéndose a Ibn Al-Alkami). Y nosotros, Suleiman Shah y yo, nos quedaremos contigo. Al-Musta’sim (dirigiéndose a Ibn Al-Alkami): Bien... Te enviaré a ti Ibn Al-Alkami. Dile a Hulagu que yo cumplí mi promesa y pídele que me exima de enviar a al-Dewidar y Suleiman Shah. Vamos... Ibn Al-Alkami sale del escenario. Al-Dewidar le pide a al-Musta’sim que se vaya diciendo: Al-Dewidar: Permítame, mi señor, salir a organizar las fuerzas para defender Bagdad.
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