I Condemn

100 YO CONDENO Don Luis Carrillo de Toledo, Marqués de Caraceña, primo, mi lugarteniente y capitán general del mi Reino de Valencia. Entendido tenéis lo que por tan largo discurso de años he procurado la conversión de los moriscos de ese reino y del de Castilla, y los edictos de gracia que se les concedieron, y las diligencias que se han hecho para instruirlos en nuestra santa fe, y lo poco que todo ello ha aprovechado, pues se ha visto, que ninguno se haya convertido, antes bien, al contrario, ha crecido su obstinación. Y aunque el peligro, e irreparables daños que pudiera suceder de disimular con ellos, se me representó días ha, por muchos y muy doctos y santos hombres, exhortándome al breve remedio, a que en conciencia estaba obligado, para aplacar el enojo de Nuestro Señor, que tan ofendido de esta gente: asegurándome, que podía sin ningún escrúpulo castigarlos en las vidas y haciendas, porque la continuación de sus delitos los tenía convencidos de herejes, apóstatas, y culpables de ultrajar la santidad divina y humana. Y aunque pudiera yo proceder contra ellos, con el rigor que sus culpas merecían, todavía deseando reducirlos por medios suaves y blandos, mandé hacer en esa ciudad la Junta que sabéis, en que vos concurristeis, el Patriarca, y otros Prelados, y personas doctas, para ver si le podía encontrar medios de cambiarlos, que no fueran expulsarlos de estos reinos. Pero habiéndose sabido, que los moriscos de ese, y los de este de Castilla, pasaban adelante con su dañado intento: y he entendido por avisos ciertos y verdaderos, que ellos han continuado su apostasía y perdición, han procurado y procuran por medio de sus embajadores, y por otros caminos, el daño y perturbación de nuestros reinos. Y deseando cumplir con la obligación que tengo de su conservación y seguridad, y en particular la de ese de Valencia, y de los buenos y fieles súbditos de él, por ser más acuciante su peligro, y que cese la herejía y apostasía. Y habiéndolo hecho encomendar a nuestro Señor, y confiado en su divino favor: por lo que toca a Su honra y gloria, he resuelto, que se saquen todos los moriscos de ese Reino, y que se echen a Berbería. Y para que se ejecute, y tenga debido efecto lo que su Majestad manda, hemos mandado publicar el bando siguiente. 1- Primeramente, que todos los moriscos de este reino, así hombres como mujeres, con sus hijos, dentro de tres días de como fuere publicado este

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