Bibi Fatima and the King’s Sons

59 “Dejemos a Dios que haga su voluntad”. Bibi Fátima repitió su confesión frente al sacerdote, después de lo cual la escoltaron desde las mismas escaleras hasta la puerta de la habitación, en donde se hicieron cargo de ella el comandante militar y el conserje y ambos la llevaron a la casa de Simão da Costa, supervisor del tesoro del rey, hombre muy respetado y de gran autoridad en la ciudad, el cual vivía cerca del castillo. El barullo de la gente de Ormuz que estaba esperando a que los peregrinos se apearan de los barcos había aumentado, al igual que el ruido de los soldados que también se acercaron hasta el lugar para evitar que dichos peregrinos descendieran. El comandante militar le dijo al ministro que apaciguara a su pueblo para poder discutir el asunto al día siguiente. El ministro estaba satisfecho, ya que logró que el clamor disminuyese, por lo que el comandante militar se retiró al castillo dejando una fuerte guarnición haciendo guardia frente a la habitación en donde se encontraba Bibi Fátima, la cual estaba muy feliz de estarfinalmente allí. Temprano a la mañana siguiente, el rey y unos 5.000 residentes de Ormuz estaban en la puerta de la casa de Rais Badreddine, suegro de uno de los hijos del rey y a la vez magistrado de Maghistán y tío de Bibi Fátima.

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