60 La casa, que estaba a cierta distancia del castillo, gozaba de buenas vistas a la plaza, desde donde veía su pórtico. Desde allí, el rey envió una amarga queja al comandante militar por el secuestro y le pidió que regresara a la esposa de su hijo, argumentando que su majestad no estaba de acuerdo. El comandante militar envió un representante con un mensaje que indicaba que aquellos que no fuesen miembros de la familia o estuvieran al servicio del rey, deberían quedarse en sus hogares bajo pena de muerte y a su vez, les informaba que la musulmana Bibi Fátima estaba dispuesta a permitir que una delegación entrara y que él mismo permitía el acceso tanto a los clérigos (musulmanes), como a la madre de Bibi Fátima y el ministro Delmachi. Aquí el sacerdote dijo en portugués ante una multitud de portugueses que estaban en el castillo: “Esta es la verdadera grandeza y pureza de nuestra fe. El tema se discutió sin soborno ni engaño pero a plena luz del día, libre y abiertamente y en un lugar público. Si esta religión lograba atraer a una mujer joven y libre de origen noble, la gloria de Dios será muy grande y confundirá severamente al enemigo al final de la batalla”. El comandante militar le pidió a Bibi Fátima que
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